El lupus es una enfermedad autoinmunitaria crónica y compleja, es decir, el propio sistema inmunitario ataca las células y tejidos sanos por error. Esto puede dañar muchas partes del cuerpo incluyendo las articulaciones, la piel, el cerebro, los pulmones, los riñones y los vasos sanguíneos de manera que provoca inflamación generalizada y daño del tejido en los órganos afectados. Si bien puede afectar a cualquier persona suele presentarse con mayor frecuencia en mujeres jóvenes de entre 15 y 44 años. Aunque aún se desconoce la causa del lupus, existe evidencia concreta de la influencia de la genética, la epigenética (cambios en los cromosomas que afectan la actividad genética), los factores ambientales, los virus y las infecciones.
Los riesgos más graves para la salud son la enfermedad cardiovascular, la enfermedad renal y el accidente cerebrovascular.
Si bien no se puede determinar si una persona tiene lupus con una sola prueba, varios análisis de laboratorio pueden ayudarle al médico a confirmar un diagnóstico o, al menos, descartar otras causas. Las pruebas más útiles identifican ciertos autoanticuerpos que suelen estar presentes en la sangre de los pacientes con lupus. También se puede ordenar una biopsia de la piel o los riñones si esos órganos están afectados. El médico tendrá en cuenta todos los aspectos, como el historial médico, los síntomas y los resultados de las pruebas, para determinar si tiene lupus. También se usan otros análisis de laboratorio para controlar el progreso de la enfermedad después del diagnóstico.
Los síntomas más comunes del lupus son:
Es posible que se necesite consultar con diferentes médicos para tratar los diversos síntomas del lupus. Después de recibir el diagnóstico, el médico de atención primaria para tratar el lupus suele ser un reumatólogo. Este puede derivarlo a un inmunólogo clínico para tratar las afecciones del sistema inmunitario, a un nefrólogo para la enfermedad renal, a un hematólogo para atender los trastornos de la sangre, a un dermatólogo para las enfermedades de la piel, a un neurólogo para el sistema nervioso, a un cardiólogo para tratar los problemas del corazón y vasos sanguíneos y a un endocrinólogo para controlar las glándulas y hormonas. Los objetivos de un plan de tratamiento son: